Es sorprendente como los "malos hábitos" se fueron incorporando, pasando a formar parte de la vida cotidiana. Así, hoy nos encontramos ante situaciones de: mala alimentación, como comidas rápidas con alto contenido de ácidos grasos saturados, de sodio, de azucares; alto grado de estrés; reemplazo de actividades físicas por actividades ociosas. Fortaleciéndose estas últimas por el uso masivo de maquinas y los trabajos de oficina. Por estos motivos el Síndrome Metabólico está cobrando cada vez mayor importancia y se vuelve un tema urgente a conocer, prevenir y tratar, siempre sujeto a nuevas investigaciones.
Ya en 1923 Kylin denominó síndrome X a un síndrome caracterizado por la asociación de hipertensión arterial, obesidad, hiperglucemia y gota. En 1966, Welborn encontró una asociación entre hipertensión arterial e hiperinsulinemia. Modan, en 1985, describe en los hipertensos una prevalencia de hiperinsulinemia y tolerancia alterada a la glucosa mayor que en la población general. Por otra parte, también hay evidencias epidemiológicas de que los factores de riesgo cardiovasculares suelen presentarse asociados. Estudios como el de Framingham o el MRFIT ya demostraban que la prevalencia de altos niveles de colesterol y triglicéridos, así como también aumentos en los niveles de glicemia era mayor en la población hipertensa.
No fue, sin embargo, hasta 1988 que Reaven acuñó el término Síndrome X Mmetabólico para referirse a un conjunto de alteraciones que tienden a darse en el mismo sujeto, entre las que se encuentran la resistencia a la insulina/hiperinsulinemia, la intolerancia a la glucosa, el aumento de los valores de triglicéridos, del colesterol VLDL, con disminución del colesterol HDL e hipertensión arterial.
Ésta sería la primera referencia en la bibliografía en la que se sugiere que la resistencia a la insulina/hiperinsulinismo pueda ser el vínculo común de las demás alteraciones que participan en la definición del síndrome.
Se denomina Síndrome metabólico (también conocido como Síndrome X, Síndrome Plurimetabólico, Síndrome de Insulino-resistente, Síndrome de Reaven o CHAOS en Australia) a la conjunción de varias enfermedades o factores de riesgo en un mismo individuo que aumentan el riesgo de padecer una enfermedad cardiovascular o diabetes mellitus.
Entre los criterios diagnósticos para Síndrome Metabólico según NCEP (ATP III) Año 2001 se incluyen:
- Obesidad abdominal (circunferencia abdominal > 102 cm en hombres y >88 cm en mujeres.
- Triglicéridos ≥150 mg/dl.
- HDL colesterol < 40 mg/dl en hombres y < 50 mg/dl en mujeres.
- Tensión arterial ≥ 130-85 mmHg.
- Glicemia basal en ayunas ≥ 110 mg/dL
La definición de la National Colesterol Education Program (NCEP) se basa en la coexistencia de cualquier combinación de tres alteraciones: en la distribución de grasa corporal, presión arterial, triglicéridos, HDL, y glicemia en ayunas.
Varios estudios concuerdan en que alrededor de un 25% de la población adulta padece síndrome metabólico, que la prevalencia aumenta con la edad, siendo de un 24% a los 20 años, de un 30% o más en los mayores de 50 años y ya por encima de los 60 más del 40% de la población padece síndrome metabólico.
Un estudio que adquiere relevancia en la actualidad es el NHANES III (National Health and Nutrition Examination Survey). Este evalúa la prevalencia de síndrome metabólico y Diabetes mellitus en personas con 50 años de edad o más y se realiza en dos fases: 1988-1991 y 1991-1994. Se determina la presencia de síndrome metabólico según los criterios de la NCEP y la presencia de Diabetes por la medición de glucosa basal en ayunas (≥ 126 mg/dl). De esta manera, se divide a la población estudiada en cuatro grupos:
- Personas sin Diabetes mellitus – sin Síndrome metabólico
- Personas sin Diabetes mellitus – con Síndrome metabólico
- Personas con Diabetes mellitus – sin Síndrome metabólico.
- Personas con Diabetes mellitus – con Síndrome metabólico
Entre las conclusiones a las que se llegaron fue que la prevalencia de síndrome metabólico varía entre individuos con alteraciones del metabolismo de la glicemia. Un 25,8% de personas con normo glicemia basal y un 33.1% de personas con intolerancia a la glucosa tiene síndrome metabólico, las cifras superan el doble en individuos con glucosa alterada en ayunas y diabetes (siendo de 71.3% y 86% respectivamente).
POR QUE APARECE EL SÍNDROME METABÓLICO?
La causa del Síndrome metabólico se desconoce. Su fisiopatología es extremadamente compleja y solo ha sido dilucidada una parte de ella. La mayoría de los pacientes tienen una edad considerablemente mayor, son obesos, sedentarios, y tienen cierto grado de resistencia a la insulina.
La insulino-resistencia se considera como la responsable de la mayor parte de las anomalías presentes en este, fundamentalmente de la hiperglucemia, la hipertensión arterial, el aumento en la producción hepática de colesterol VLDL y triglicéridos y la estimulación de la proliferación endotelial por acción sobre receptores endoteliales causante del inicio del proceso de aterosclerosis o placas.
La insulino-resistencia se define como la incapacidad de una cantidad conocida de insulina endógena o exógena para incrementar la entrada y utilización de la glucosa por los tejidos periféricos, especialmente hígado, músculo esquelético y tejido adiposo.
En resumen, el SINDROME METABOLICO es una elaboración de médicos investigadores que permitió agrupar un importante número de alteraciones métabólicas que ocurren juntas y se interrelacionan por causas subyacentes como la obesidad central y la insulino-resistencia y que, dejadas a su evolución natural en 10 años tienen 2 veces más riesgo de padecer Enfermedad Cardiovascular (cardiopatía isquémica, enfermedad cerebro vascular) y 2,5 veces más riesgo de padecer Diabetes 2. Como también aumentan el riesgo de aterioesclerosis, esteatohepatitis o hígado graso y cirrosis hepática, entre otras.
Lo importante es que estos son factores de riesgo que tratados intensamente pueden en los mejores casos impedir el desarrollo de aquellas enfermedades a las que predisponen o retrasar su aparición o las complicaciones.
El tratamiento sugerido es principalmente tener un estilo de vida SANO, es decir, restricción de alimentos con alta densidad calórica y realizar a diario actividad física. Sin embargo, el tratamiento farmacológico es a menudo necesario. La reducción de peso y el incremento de la actividad física conducen a la reducción efectiva de todos los factores de riesgo cardiovasculares al mejorar la sensibilidad a la insulina y reducir el riesgo de enfermedades cardiovasculares. La reducción de peso, aun moderada (10 % del peso inicial), conduce a una disminución del colesteriol LDL, mejora todos los factores de riesgo y disminuye el riesgo vascular global del paciente. Los beneficios de la disminución de la tensión arterial, disminución de los lípidos y control de la glicemia sobre la morbilidad y la mortalidad han quedado bien demostrados por ensayos clínicos controlados a largo plazo, de manera que actualmente se recomienda el tratamiento agresivo de cada una de las comorbilidades del Síndome Metabólico mediante regímenes de terapia combinada (dieta, sensibilizadores de insulina, anorexigénos). En general, las enfermedades que comprenden el síndrome metabólico se tratan por separado.
La resistencia a la insulina se considera el defecto patológico principal en individuos con diabetes tipo 2, fundamentalmente durante las primeras etapas de la enfermedad. La metformina ha sido ampliamente utilizada en la práctica clínica como agente antidiabético que mejora significativamente la sensibilidad a la insulina con efectos favorables adicionales sobre el perfil lipídico al reducir modestamente los niveles de colesterol y triglicéridos (triglicéridos en 24 %, colesterol-LDL en 10 %), se recomienda como fármaco de primera elección en pacientes con resistencia periférica a la insulina con un índice de masa corporal mayor del 27 Kg/m2.
Las glitazonas o tiazolinendionas, nueva clase de drogas antidiabéticas orales HIPOGLICEMIANTES, mejoran el control metabólico en pacientes con Diabetes 2, además, reducen la resistencia a la insulina, no solo en diabéticos tipo 2 sino también en otras condiciones.
El tratamiento farmacológico de la dislipidemia o alteraciones en el colesterol y los triglicéridos en el Síndrome metabólico debe iniciarse con estatinas y, de ser necesario, combinar con fibratos y derivados del ácido nicotínico.
A las estatinas y fibratos se les ha conferido propiedades antiaterosclerótica y antitrombótica. De manera general, con su uso se ha observado mejoría del perfil aterogénico, de la reactividad vascular dependiente de endotelio y de la sensibilidad hepática a la insulina; esta última al disminuir el exceso de acúmulo de lípidos en hígado y músculo.
Como en cualquier enfermedad cardiovascular, la mejor forma de luchar contra el Síndrome Metabólico y sus consecuencias es con la prevención.
Como se explicó anteriormente, la fisiopatología, las condicionantes genéticos, el entorno y las costumbres del individuo son importantes en la expresión del Síndrome Metabólico. Por ello, en la prevención es fundamental conseguir un estilo de vida saludable, que aporte los elementos beneficiosos de una dieta mediterránea junto a una actividad física regular que evite el sobrepeso.
Siguiendo las recomendaciones del ATP III o de las guías españolas, hay que moderar la toma de grasas saturadas, aumentar la ingesta de las monoinsaturadas y de fibra, disminuir el contenido calórico diario, limitar el consumo de colesterol a unos 200 mg/día y quemar unas 200 kcal/día al día mediante el ejercicio físico.
Dietas ricas en glúcidos o almidones reproducen el Síndrome Metabólico, por lo que limitar la ingesta de carbohidratos puede ser también útil. Adicionalmente, se ha demostrado que dietas con bajo índice glicémico están asociadas con una reducción de la insulina basal y postprandial, de la glucosa, triglicéridos y de los ácidos grasos no esterificados.
Tanto la pérdida de peso como la realización de mayor actividad física (caminar 30-60 min todos los días) reducen la insulinorresistencia y, de forma indirecta, atenúan los factores de riesgo del síndrome, mejoran el perfil lipídico y la tensión arterial. Ambos objetivos; ejercicio y pérdida de peso, son la medida más eficaz para prevenir la aparición del Síndrome Metabólico.
El objetivo final de la terapia debe ser CAMBIAR EL ESTILO DE VIDA DEL PACIENTE.
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